[Mateo 27:32-61] 32 Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. 33 Llegaron a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»).
34 Allí le dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero, después de probarlo, se negó a beberlo.
35 Lo crucificaron y repartieron su ropa echando suertes.[a] 36 Y se sentaron a vigilarlo.
37 Encima de su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos».
38 Con él crucificaron a dos bandidos,[b] uno a su derecha y otro a su izquierda.
39 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él:40 —Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes,
¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!41 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes,
junto con los maestros de la ley y los ancianos.
42 —Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz,
y así creeremos en él. 43 Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”?
44 Así también lo insultaban los bandidos que estaban crucificados con él.
45 Desde el mediodía y hasta la media tarde[c] toda la tierra quedó en oscuridad.
46 Como a las tres de la tarde,[d] Jesús gritó con fuerza: —Elí, Elí,[e] ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”). 47 Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron: Está llamando a Elías. 48 Al instante uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. 49 Los demás decían: —Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo. 50 Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu. 51 En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. 52 Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron. 53 Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. 54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron: —¡Verdaderamente este era el Hijo[g] de Dios! 55 Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle.
56 Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.57 Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. 58 Se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y Pilato ordenó que se lo dieran.
59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se fue.
61 Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María.